22. Mi realidad



Me asomo a tus ojos y me invitas a ver el mundo. Entro despacio, como si fuese un susurro, sin que mi presencia se note. Me asombra todo lo que veo, el aire que respiro huele a tu aroma, los sonidos los interpreto como dulces sinfonías. Entierro los problemas. Ahora todo es bienestar.

En estos momentos, felicidad. Me creo capaz de hacer todo y más en esta vida. No hay barreras que me lo impidan. La gente me envidia. Yo, entre tantos sueños, deseo cogerte de la mano. Entre risas y bromas, decirte lo que siempre he soñado en este preciso momento. No hablo de ti, ni de mí. Hablo de los dos, de todas las emociones que provocas.

Y así me quedo, entre sueños, esperando un mañana igual que este final.
Pero llega el día, los rayos del sol, y tú no estás. Otra vuelta de tuerca.

La primera sensación que dejas es que has huido, que tu vergüenza pudo más que el afrontar los hechos. Sensación de ser otra persona más en tu lista de errores de una noche. Otra vez más.

Fuera, en la calle, todo es tan normal como siempre. Nada ha cambiado en el transcurso de la noche. El mundo no se detiene, sigue su rutina de cada día.
Aquí, dentro de la habitación, pasó un tornado que lo destrozó todo. No me has arrancado los sentimientos, pero has revuelto los que ya tenía. Has vuelto para poner patas arriba mi vida, y yo he vuelto a dejarme llevar por ti.

A veces hay que buscar el sur para poder perder el norte.
Y esta es la realidad que dejas.

21. Reincidentes

Y sucede lo que nunca planeé. Custodiados por la oscuridad, nos leemos en silencio. Con los ojos cerrados, nuestras manos hablan por nosotros. Extraña sensación esta de descubrir tu cuerpo. Por primera vez en mi vida, siento pudor al tocar una piel desnuda. Quizá sea porque hay más que piel entre nosotros.

Siento aún la humedad que las lágrimas dejaron en tu rostro, y me estremezco con su tibieza. Recorro el camino que marcaron con mis labios, intentando borrar su rastro. Ya pasó, no llores más, por favor. Te lo susurro sin tener que hacer uso de las palabras. Pero sé que tú me entiendes. La estrechez de tu abrazo me lo confirma.

Todo ocurre despacio, algo insólito en mis costumbres. Acariciarte es más que un mero preámbulo. Es el fin en sí mismo. No tengo prisa por quitarte la ropa, quemar cada paso, solventar el trámite y salir corriendo. Me siento bien adorándote sin más. Disfruto del momento. Curioso no haber aprendido antes a pararme en estos pequeños placeres.

No me reconozco. Sólo tú eres realidad. Y esta noche, sólo sueño.





20. Maldita dulzura

Y llega tu abrazo, y mi mundo se parte en dos.
Tan cerca, y a la vez tan lejos. Es injusto, pero es así.

Supongo que tenías razón, los amigos no deberían hacer estas cosas. En el fondo, se nos ha ido un poco de las manos. Ahora te veo, te siento y no sé cómo reaccionar. Prometo no volver a caer en la misma historia de nuevo, pero te deseo en lo más profundo de mi ser. Sé qué somos amigos y eso no va a cambiar, por mucho que yo haga o deshaga a mi antojo. Por poca esperanza que me quede dentro. Es triste, pero es la realidad.

Y te miro con lágrimas en los ojos. Suena todo a final, como si este eterno abrazo fuera el preludio de la despedida. Así es mi vida. Demasiados golpes recibidos.

Te estrecho con mis brazos. Al principio lo hago como si ya no me quedaran fuerzas, como si todo lo que hubiese sentido se hubiera convertido en desgana. Pierdo el sentido, la mente va a mil revoluciones. Imagino nuestras vidas juntas. Sabor a utopía en la boca.

Escucho un ruido y vuelvo en mí. Lo siento dentro, es mi corazón. Acaba de romperse en otro pedazo más. Roto. Llorar ya no es la solución. Con las pocas fuerzas que me quedan, te abrazo más fuerte. El tiempo se detiene ante nuestra presencia. Quedarnos así para siempre. En el fondo, deseo que el tiempo cumpla su papel principal y que el olvido apague el dolor.



Lentamente tus labios se detienen en la comisura de los míos y me besas. Mi cuerpo comienza a temblar. No quiero hacerme más daño. No quiero seguir sufriendo así.

Me separo un poco, nuestras miradas coinciden.
El tiempo no da tregua. El destino es traicionero.
Maldita dulzura.